¡Qué demonios! Para empezar: ¡a mi el otoño me gusta! Siempre me ha encantado pero, este año, mucho más.
Hoy he pensado mucho sobre las cualidades que tiene esta estación y la de sus meses de octubre y noviembre, y sobre el porqué esta época del año me evoca los sentimientos más profundos. Sin embargo, mientras paseaba y le robada estas fotografías al atardecer, le he dado vueltas al coco y no he encontrado respuestas seguras. Lo único que he conseguido han sido hipótesis, pareceres y quizases, pero no razones, ni verdades, ni aseveraciones, sobre el cómo y el porqué de mi devoción con respecto al otoño.
Quizás porque nací en un día de esos que cabalgan entre octubre y noviembre. Quizás por mis recuerdos de infancia cuando en las tardes de los sábados de otoño, junto a mis hermanas, me maravillaba viendo en la tele películas de tarzán o de vaqueros. Quizás por las excursiones que hacía con mis amigos para ver, reconstruir y adornar la cabaña que teníamos construida en el monte Ezkaba. No lo sé, a ciencia cierta, no lo sé. ¡Qué se le va a hacer!Mis evocaciones otoñales superan las mugas de Ansoáin y quieren volverse, por un momento, realidades presentes, vivas, nítidas, queridas. Quizás el olor a castañas asadas en el horno de mi casa, quizás los dibujos que hacía en los cristales de las ventanas cuando llovía y se empañaban con el vapor y el calor de las perolas de la cocina… ¡Quizás, quizás, quizás!...Os propongo contemplar la luz de otoño en nuestro pueblo, pasear por los jardines medio marchitos, por la hojarasca amarilla, sentir la frescura del aire y la melancolía. Preguntaros por qué algunos árboles ya se han desecho de sus hojas y otros no lo quieren hacer todavía.
El otoño no debe verse como algo triste, los árboles lo saben. Es un pequeño respiro que se toma la naturaleza antes de comenzar otra nueva vida. Y, como todos los descansos, el otoño es para sacarle el máximo jugo, disfrutarlo, amarlo.
Acaban de sonar las campanas de la Iglesia de San Cosme y San Damián. Estoy cerca de casa y todos mis recuerdos de infancia y adolescencia se desvanecen. Ahora me acuerdo. ¿No fue en noviembre (azaroa en euskera) de 2005 cuando algunas mujeres empezaron a dar a luz la idea de hacer una Sociedad que poco después sería Saraspea?
Al final todo se resume en lo mismo: recuerdos y vivencias. ¡Pensemos en lo primero para hacer lo segundo!
¡Hasta la próxima estación!
Quizás porque nací en un día de esos que cabalgan entre octubre y noviembre. Quizás por mis recuerdos de infancia cuando en las tardes de los sábados de otoño, junto a mis hermanas, me maravillaba viendo en la tele películas de tarzán o de vaqueros. Quizás por las excursiones que hacía con mis amigos para ver, reconstruir y adornar la cabaña que teníamos construida en el monte Ezkaba. No lo sé, a ciencia cierta, no lo sé. ¡Qué se le va a hacer!Mis evocaciones otoñales superan las mugas de Ansoáin y quieren volverse, por un momento, realidades presentes, vivas, nítidas, queridas. Quizás el olor a castañas asadas en el horno de mi casa, quizás los dibujos que hacía en los cristales de las ventanas cuando llovía y se empañaban con el vapor y el calor de las perolas de la cocina… ¡Quizás, quizás, quizás!...Os propongo contemplar la luz de otoño en nuestro pueblo, pasear por los jardines medio marchitos, por la hojarasca amarilla, sentir la frescura del aire y la melancolía. Preguntaros por qué algunos árboles ya se han desecho de sus hojas y otros no lo quieren hacer todavía.
El otoño no debe verse como algo triste, los árboles lo saben. Es un pequeño respiro que se toma la naturaleza antes de comenzar otra nueva vida. Y, como todos los descansos, el otoño es para sacarle el máximo jugo, disfrutarlo, amarlo.
Acaban de sonar las campanas de la Iglesia de San Cosme y San Damián. Estoy cerca de casa y todos mis recuerdos de infancia y adolescencia se desvanecen. Ahora me acuerdo. ¿No fue en noviembre (azaroa en euskera) de 2005 cuando algunas mujeres empezaron a dar a luz la idea de hacer una Sociedad que poco después sería Saraspea?
Al final todo se resume en lo mismo: recuerdos y vivencias. ¡Pensemos en lo primero para hacer lo segundo!
¡Hasta la próxima estación!